domingo, 25 de agosto de 2013

Terminó la partida.


Hay veces en las que no sabemos como explicar los sueños, por muy reales que parezcan no tienen cabida en nuestra propia realidad.



Me desperté jadeando, empapada en sudor, miré el reloj y marcaban las 5.10. No había pasado ni una hora desde que me había dormido, todo parecía un sueño pero esta vez era real, era de verdad. No encontraba razón para que esto ocurriera, no a mi. ¿Qué había ocurrido? ¿Qué nos había pasado? Quizá fueran preguntas que para mi no tenían respuesta pero si la tenían, estaba ahí, frente a mis ojos pero yo no la encontraba, no la quería ver. Quizá tenia miedo a descubrir que la respuesta a la pregunta era yo, que todo había sido culpa mía, que yo lo estropeé. Tenia que preguntarlo, hacer la pregunta correcta aunque la respuesta no me gustara.



Algo había pasado en las ultimas semanas, lo sabia, se lo notaba. Esa mañana me desperté dispuesta a encontrar la verdad. Me levanté a la hora habitual, tome un rápido desayuno y me abrigué para salir a la calle. No tenia tiempo que perder. Fui al edificio donde trabajaba, en el parque de la misma calle busqué un lugar donde sentarme y poder ver la puerta principal del edificio sin ser vista. Sabia que faltaba una hora para el almuerzo, y él siempre salía a almorzar conmigo, hasta estas ultimas semanas. ¿Qué había cambiado?

Me cansé de esperar, allí no ocurrirá nada extraño, no lo había visto salir. Quizá no salía a almorzar, quizá demasiado trabajo, lo que también explicaría porque llegaba a casa tan cansado. Necesitaba autoconvencerme de que toda estaba bien, necesitaba encontrar una explicación coherente. Cuando iba a levantarme de mi asiento improvisado algo hizo detenerme. No muy lejos de allí pude ver la silueta de dos personas que escuché hablar animadamente, lo que despertó mi curiosidad. Pronto, las voces se me hicieron familiares, lo que hizo despertar más mi curiosidad.

Esperé detrás de un árbol para no ser descubierta y pude observar con el alma en un vilo como aquella mujer empezaba a acercarse disimuladamente hacía él fingiendo que tropezaba para sujetarse a su chaqueta y pegar su cuerpo al de él. Pero él no parecía percatarse de sus intenciones y solo se dedicaba a sujetarla para evitar que se cayera, sus brazos y sus manos estaban tocando a otra, no realmente en el sentido morboso de la palabra, pero la estaba tocando.

Reprimí soltar un suspiro y me tragué las ganas de querer gritar que se separaran en ese mismo instante. No debía de detener esa escena, primero porque me verían espiarlos, segundo porque aunque me doliera tenia que descubrir la verdad.

Me mordí el labio nerviosa, sentí un enorme nudo en la garganta que me impedía respirar con normalidad. Miré como aquella mujer movía sus labios hablando pero no lograba escucharla, ambos parecían tener una conversación amena y de vez en cuando sus labios dibujaban una sonrisa.

Detuve la respiración cuando la mujer de largas piernas, claramente más alta y esbelta que yo, en una patética actuación simuló temblar de frío para que él la abrazara. Y lo hizo, la abrazó, para darle calor. Apreté los dientes pero solo conseguí que chocaran una y otra vez entre ellos, castañeando sin cesar.

—Es mío, zorra. —hablé entre dientes. Debía de estar abrazándome a mí y no a ella. No era justo. ¿Qué tenía ella que yo no? Descaro, eso estaba claro.

En un segundo, la mujer de largas piernas lo cogió por la nuca y lo acercó a su rostro con brusquedad y desesperación. Mis ojos se cerraron automáticamente como modo de supervivencia pero me obligué a abrirlos al mismo instante que los cerré.

Contemplé como se besaban apasionadamente, al punto de que casi sus lenguas formaban un nudo y sus cuerpos parecían uno solo…



Con lágrimas en los ojos cerré la puerta y empecé a gritar como una adolescente. Me había dicho que me quería, y yo había presenciado como besaba a otra mujer. Mentiroso.

Mis músculos se tensaron, podía sentir las pulsaciones de mi corazón retumbando en mis oídos y la aceleración de mi respiración. Me tenía que contener para no gritar que era un tonto y un desequilibrado. Solo había una cosa que podía hacer.

Cuando el llegó a casa yo ya había terminado de recoger todas mis cosas. Me iba, no tenia nada que hacer allí, no a su lado. Él había encontrado a otra mujer y me había dejado seguir creyendo que yo era la única para él. No había más cabida para más engaños. Cuando entró al salón y me vio sentada en el sillón con una maleta al lado no se sorprendió.

- ¿Cuándo lo has averiguado? – Dijo con un tono de voz esperanzador, como si hiciera días que lo estuviera esperando.

- ¿Importa eso ahora? – Dije levantándome intentado mantener la calma sin que se notara que estaba temblando. - ¿Cuánto tiempo llevas engañándome? ¿Mintiéndome? – Continué alzando la voz. Intentaba controlarme pero no podía. Tenía que salir de allí. – Creo que es algo que tenias que haberme contado tu, y no dejar que yo lo descubriera.

Cogí la maleta y salí de allí, dentro de la casa el ambiente era sofocante. Una vez en la calle suspiré, note como mis pulmones se llenaban de aire, volví a respirar. ¿Cuánto tiempo llevaba aguantando la respiración? Supongo que esperaba que fuera tras de mi, que me buscara, que me dijera que todo era un sueño, un estúpido sueño que parecía muy real, que nada había cambiado entre nosotros, que me seguía queriendo como el primer día... Quizá esa era la cuestión, que ni el primer día me quiso. ¿Cuándo empezaron las mentiras? Imposible saberlo, sabia mentir muy bien.

Caminaba por las calles una helada tarde de febrero, todo había acabado, tenía que volver a casa, a mi casa. Busqué en el bolso con la esperanza de no haber olvidado las llaves de mi apartamento. Esa era mi casa, de la que no tenia que haber salido jamás. Era un apartamento sencillo, para mi sola bastaba, bien situado en el centro y con un alquiler que podía permitirme. Pero cada vez eran menos noches las que dormía allí, prácticamente ya no lo hacia, pero ahora, había vuelto a casa.

Eran las 3 de la madrugada y seguía despierta no dejaba de pensar en lo ocurrido aquella mañana. Lo que había descubierto, y ni siquiera me había llamado. Nada. Ningún interés por su parte en saber como estaba, en preocuparse por mi,  en que volviera.

Echaría de menos las veces que me robaba un beso, cada abrazo que me daba, echaría de menos cuando me decía que no me iba a dejar escapar por una tontería mía, cuando me decías que si no lo intentábamos nunca íbamos a saber que pasaría… ahora lo sabemos, nada ha salido bien. Y como le dije, soy yo la que lo está pasando mal, pero no quiso escucharme, prefirió callarme con un te quiero. Hoy parece que no recuerda nada, y sabia que esto pasaría.

Las 5.10, no había dormido ni una hora y ya estaba pensando otra vez en él. Notaba la garganta seca y tenía un fuerte dolor de cabeza. Mi mente estaba apagada y por mucho que quisiera nunca llegaba la respuesta, tal vez ya me había cansado de pelear. El próximo paso era olvidarlo. Si el no quería saber nada de mi… ¿por qué tenia que saber yo de él? Esta historia había llegado a su fin, o ya había terminado hacia tiempo pero hasta ahora no me había dado cuenta. Fuera como fuese, no me iba a echar la culpa.

Como dijo el filosofo Johann Wolfgang von Goethe, "El amor es el único juego que pierdes, simplemente por rehusarte a jugarlo." Y yo me había cansado de jugar a ese juego.

No hay comentarios:

Publicar un comentario