–
No puedo quedarme.
–
¿No quieres o no puedes? Porque son dos cosas
distintas. – Estalló dejando los cubiertos a un lado del plato. – Estoy cansada
de que interpongas el trabajo a mi, pensé que seria un tiempo, que estabas preocupado
y que todo volvería a ser igual. Pero me equivoqué. – Hizo una pausa para
mirarlo que estaba mirándola como si no entendiera lo que le decía. – Ahora que
has conseguido el trabajo sigues manteniéndome a un lado. Solo te acercas a mi
cuando me necesitas. YO siempre he estado ahí apoyándote pero… ¿dónde estas tu
cuando te necesito? – Se levantó de la mesa para continuar. – Así que coge tus
cosas y vete porque ahora soy yo la que no quiero que te quedes.
Salió del comedor y subió las escaleras corriendo para
encerrarse en la habitación. Sabia que él subiría tras ella. Y así fue. No se
equivocó.
–
Marie… - Susurró asomando la cabeza por la
puerta.
–
No, te lo he dicho bien claro. Estoy cansada. Un
día me dijiste que no querías hacerme daño y es justo lo que estas haciendo. No
lo aguanto. Supongo que en el fondo lo sabia y me adapté pero no es justo. No
para mi.
Salió de allí, dejándolo por segunda vez solo aquella tarde.
Salió de la casa, necesitaba aire fresco pero esta vez él no la siguió. Ella
tenia la necesidad de que fuera tras ella pero no era lo que quería. Si la
siguiera siempre dependería de él, y era justo lo que no quería.
-
¿En que piensas?
-
En nada. Bueno, en todo. En que no quiero
hacerte daño.
-
Pues no me lo hagas.
(Mayo 2012)
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