miércoles, 28 de agosto de 2013

1. Concersaciones estúpidas

 
      No puedo quedarme.

      ¿No quieres o no puedes? Porque son dos cosas distintas. – Estalló dejando los cubiertos a un lado del plato. – Estoy cansada de que interpongas el trabajo a mi, pensé que seria un tiempo, que estabas preocupado y que todo volvería a ser igual. Pero me equivoqué. – Hizo una pausa para mirarlo que estaba mirándola como si no entendiera lo que le decía. – Ahora que has conseguido el trabajo sigues manteniéndome a un lado. Solo te acercas a mi cuando me necesitas. YO siempre he estado ahí apoyándote pero… ¿dónde estas tu cuando te necesito? – Se levantó de la mesa para continuar. – Así que coge tus cosas y vete porque ahora soy yo la que no quiero que te quedes.

Salió del comedor y subió las escaleras corriendo para encerrarse en la habitación. Sabia que él subiría tras ella. Y así fue. No se equivocó.

      Marie… - Susurró asomando la cabeza por la puerta.

      No, te lo he dicho bien claro. Estoy cansada. Un día me dijiste que no querías hacerme daño y es justo lo que estas haciendo. No lo aguanto. Supongo que en el fondo lo sabia y me adapté pero no es justo. No para mi.

Salió de allí, dejándolo por segunda vez solo aquella tarde. Salió de la casa, necesitaba aire fresco pero esta vez él no la siguió. Ella tenia la necesidad de que fuera tras ella pero no era lo que quería. Si la siguiera siempre dependería de él, y era justo lo que no quería.



-       ¿En que piensas?
-       En nada. Bueno, en todo. En que no quiero hacerte daño.
-       Pues no me lo hagas.
(Mayo 2012)

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