Aquella mañana me desperté desorientada, 3 horas más tarde
de lo habitual. Me levanté y miré el reloj confundida, nunca antes me había
pasado. Me duché rápidamente, me vestí y salí de mi habitación. Bajé las
escaleras que llevaban al comedor. Caminé hasta llegar a la puerta de la
cocina, entré y me extrañé. No había nadie. Salí al comedor esperando encontrar
a alguien, de nuevo no había nadie, volví a mi habitación, abrí la puerta pero
estaba vacía, ni rastro de mi hermana con la que compartía habitación. Me senté
en mi cama con la intención de encontrar alguna excusa pero no la encontraba.
Observé que el reloj marcaba la misma hora a la que había despertado. Una
sensación extraña me invadió. Rápidamente volví al salón, no había nadie.
¿Dónde se encontraban todos? ¿Por qué el reloj marcaba la misma hora? El miedo
iba poco a poco apoderándose de mí.
Salí fuera a gran velocidad pero ralenticé mis pasos hasta
quedarme quieta, con el miedo, no me había dado cuenta de que no me podía
escucharme, mis pasos no producían ningún ruido. Solo existía el sonido de mi
voz, lo demás era un profundo silencio. Miré hacia el cielo, las nubes se
movían pero yo no sentía el viento. Observé todo a mí alrededor, todo estaba
vacío, era un vacío que daba miedo.
Desesperada corrí por la calle esperando encontrar a
alguien, alguna explicación. Cansada volví a casa, seguía sin haber nadie.
Desesperada volví a recorrer la estancia, el reloj seguía marcando la misma
hora, cansada entre en el baño, allí tampoco había nadie. Me senté en el suelo
apoyando la espalda contra la puerta y con la manos
me tapé la cara con miedo y desesperación. Estuve un rato sentada, intentado no
pensar en lo que estaba ocurriendo cuando de pronto oí un pitido que se oía a
lo lejos, un pitido intermitente. Sin pensarlo dos veces me levanté y corrí
hacia aquel pitido que cada vez se escuchaba más intenso indicando que cada vez
estaba más cerca.
Me desperté sudorosa y apague el despertador, todo había
sido un sueño. Tan real, había sido tan real, que solo el mero hecho de
recordarlo provocó que me estremeciera de manera involuntaria.