Siempre los mismos sentimientos la misma noche. Fin de año, sumamos un año más a la lista de años vividos, de sueños por cumplir y viejas ilusiones que una vez más quedan guardadas en el cajón de los recuerdos.
Ya sabrás que no soy la típica chica que le encanta la noche de fin de año, que meses antes ya esta preparando un espectacular vestido y ese dia va a la peluqueria esperando brillar más que los fuegos artificiales con los que sueña.
No creo en la suerte de las uvas, ni en la ropa interior roja y mucho menos en las velas verde, dorada y blanca. No miro al año nuevo con esperanzas ni sueños renovados esperando que esta vez si que se cumplan, por que cuando termine tendré que volver a ilusionarme porque el siguiente sea mejor.
No soy de las que hago propósitos, mis ideas son las de siempre y los sueños lucho por coseguirlos desde el principo. Solo quiero vivir. No espero nada para este que empezamos. Aunque decir nada sería mentir, pues solo espero no perder a las personas que dan sentido que me levante cada mañana sea el año que sea.
A pesar de todo, Feliz Año Nuevo.
martes, 31 de diciembre de 2013
martes, 19 de noviembre de 2013
jueves, 14 de noviembre de 2013
Cerrar el pasado.
Hace
más de un año pero es como si el tiempo no hubiera pasado. Seguramente apenas
has cambiado, el mismo corte de pelo, el mismo abrigo, la misma forma de andar
con las manos en los bolsillos, un poco de barba quizás, pero prácticamente
nada ha cambiado.
Hace
tiempo que te he perdido la pista, hace tiempo que ya no se de tu rutina, ya no
se a que dedicas tu tiempo.
Quizás
por eso ya deje de preguntarme cosas de ti.
Llegó
un momento en el que dejé de preguntarme si te gustaría la nueva canción de ese
grupo que tanto escuchábamos. Dejé de preguntarme si sigues utilizando la misma
colonia, quizás incluso hasta olvide el olor de la fragancia aunque debo
admitir que aun recuerdo tu fragancia natural. Reconozco además que se me para
el corazón cuando huelo algo parecido.
He
dejado de pensar en tu sonrisa, en la de verdad, la sincera. Esa que te salía
conmigo y que a la vez me hacia sonreír a mi.
He
dejado de preguntarme que pensarías de mi después de todo, me hubiera gustado
saber como contabas nuestra historia, que papel he tenido en tu vida. Si alguna
vez te has arrepentido de haberme conocido o en cambio he sido lo mejor de tu
vida.
Ojala
supiera si te acuerdas de mi en algún momento o ya me has desterrado de tu
memoria.
Me
di cuenta de que para ti a lo mejor yo también era una extraña, me moría por
saber si en realidad te interesaría saber algo de mi. Pensé tantas cosas que habían
cambiado en mi vida y tu ya no sabrías.
Gracias
a ti hubo un antes y un después en mi vida.
Mi circulo de confianza se ha reducido, pero si es cierto que he
aprendido quien son mis amigos, los que están dispuestos siempre a luchar por y
junto a mi.
Reconozco
que alguna vez me he arrepentido de aquel “te quiero”, pero también creo que
necesitabas saberlo.
A
lo mejor te interese saber que estoy bien, que cuantas más cosas hago más
tiempo tengo y mis días ya no son de veinticuatro horas. Seria divertido que
supieras que mis planes se van cumpliendo y que poco a poco alcanzaré mis
sueños y encontraré mi lugar.
Es
gracioso las veces que he imaginado un encuentro casual, las veces que lo había
soñado y las ocasiones en las que ciertas cosas no deberían ocurrir.
Rápidamente
llegué a la conclusión de que no quería saber las respuestas a mis preguntas.
Empiezo
a saber lo que no quiero para dar paso a lo que si quiero.
Llega
el momento en el que das cuenta de que solo quieres dejar pasar ese tren.
miércoles, 30 de octubre de 2013
domingo, 27 de octubre de 2013
miércoles, 16 de octubre de 2013
Se acabó.
Sabía que este día llegaría. Que un día no seria más que un vago recuerdo, pero quizás no esperaba que llegara tan pronto. O simplemente si lo sabía pero no quería reconocerlo.
Ese es mi gran defecto, querer y no querer ver cuando no está. Me cuesta reconocer que por mucho que se intente está todo perdido. Ahora lo sé, y aunque hacer algo ya no está a mi alcance, esta vez no voy a esperar. Porque vivimos gracias a esperar que ocurra algo pero en realidad esa espera es la que nos consume.
domingo, 13 de octubre de 2013
Todo instante es especial, solo hay que saber poner la música adecuada.
Busca una canción, pero no una canción cualquiera, tu canción.
Esa que te haga sentir, con la que llores cuando estés mal, con la que rías
cuando estés bien.
Esa canción que te haga pensar en todo y a la vez olvidarte
de todo. Cuando la tengas habrás dado un gran paso. Debe ser la canción que te
traiga miles de recuerdos, negros, blancos o de todos los colores.
¿Cómo saber cual es? Créeme, cuando la escuches lo sabrás, es
esa que un día no dejas de darle al play y luego estás semanas sin reproducir
pero que sabes que está ahí, conservando tus recuerdos, para hacerte llorar y
lo más importante, para hacerte sonreír.
jueves, 19 de septiembre de 2013
No soportar la idea.
Ese instante en el que después de una semana dura te derrumbas, ese instante en el que necesitas gritar, gritarle al mundo, que sepa que nada esté bien a tu alrededor. Ese instante.
Saber cual es el problema: Soledad. Quizá sea más fácil echarle la culpa a los demás, quizá sea verdad que te agobian, quizá no soportas la idea de que esa persona ya no está, que ya no es posible, que la echaras de menos pero sobre todo no soportas sentirte sola.
lunes, 9 de septiembre de 2013
Miedo y desesperación.
Aquella mañana me desperté desorientada, 3 horas más tarde
de lo habitual. Me levanté y miré el reloj confundida, nunca antes me había
pasado. Me duché rápidamente, me vestí y salí de mi habitación. Bajé las
escaleras que llevaban al comedor. Caminé hasta llegar a la puerta de la
cocina, entré y me extrañé. No había nadie. Salí al comedor esperando encontrar
a alguien, de nuevo no había nadie, volví a mi habitación, abrí la puerta pero
estaba vacía, ni rastro de mi hermana con la que compartía habitación. Me senté
en mi cama con la intención de encontrar alguna excusa pero no la encontraba.
Observé que el reloj marcaba la misma hora a la que había despertado. Una
sensación extraña me invadió. Rápidamente volví al salón, no había nadie.
¿Dónde se encontraban todos? ¿Por qué el reloj marcaba la misma hora? El miedo
iba poco a poco apoderándose de mí.
Salí fuera a gran velocidad pero ralenticé mis pasos hasta
quedarme quieta, con el miedo, no me había dado cuenta de que no me podía
escucharme, mis pasos no producían ningún ruido. Solo existía el sonido de mi
voz, lo demás era un profundo silencio. Miré hacia el cielo, las nubes se
movían pero yo no sentía el viento. Observé todo a mí alrededor, todo estaba
vacío, era un vacío que daba miedo.
Desesperada corrí por la calle esperando encontrar a
alguien, alguna explicación. Cansada volví a casa, seguía sin haber nadie.
Desesperada volví a recorrer la estancia, el reloj seguía marcando la misma
hora, cansada entre en el baño, allí tampoco había nadie. Me senté en el suelo
apoyando la espalda contra la puerta y con la manos
me tapé la cara con miedo y desesperación. Estuve un rato sentada, intentado no
pensar en lo que estaba ocurriendo cuando de pronto oí un pitido que se oía a
lo lejos, un pitido intermitente. Sin pensarlo dos veces me levanté y corrí
hacia aquel pitido que cada vez se escuchaba más intenso indicando que cada vez
estaba más cerca.
Me desperté sudorosa y apague el despertador, todo había
sido un sueño. Tan real, había sido tan real, que solo el mero hecho de
recordarlo provocó que me estremeciera de manera involuntaria.
viernes, 30 de agosto de 2013
2. Conversaciones estúpidas.
-
Hola
-
Hola – Se dio la vuelta sorprendida. – No esperaba
verte aquí. – Dijo sincera.
-
Y… ¿qué tal? – Preguntó nervioso.
-
Bien. Genial.
-
¿Por donde estás sentada?
- Emm… - Dudó un momento y luego contestó – Allí,
donde está el chico de camisa de cuadros – Respondió señalando a un chico que
estaba de espaldas a ellos.
-
Yo estoy aquí mismo…. Estoy con…
-
Ya – Dijo tajante antes de que la nombrara.
-
Bueno.. veo que estás con alguien.
-
Creo que es algo que no te interesa.
-
Sara…
-
No, mira, te has acercado y saludado. Has sido
amable y educado. No intentes ir más allá.
-
Debo… debería darte… una explicación. – Dijo
mirando al suelo.
- ¿Ahora? ¿Después de un año y medio? Llegas
tarde, además de que no tengo nada que escuchar. Pero tu si, me trataste de
loca, de histérica y me llamaste vengativa, para luego decirme que aunque yo no
lo viera tenia en vosotros dos amigos, verlo no lo he visto pero serlo tampoco
lo habéis sido. Pensé que serias más hombre. – Se dio la vuelta pero lo pensó
mejor y se volvió de nuevo hacia él. – Y si quieres un consejo de “amiga”, esa
barba te hace parecer… mayor.
-
Pensaba que no te importaba la edad.
- Y no me importaba, hasta que me di cuenta de que
tu edad y la de tu cerebro no se corresponden, ya que esta no llega a ser ni la
mitad de la mía.
-
Es tu amiga, tienes que decírselo.
-
Pero es que…
-
Al final se va a enterar y se enfadara si no se
entera por ti. Tienes que hablar con ella.
-
Ya lo sé.
(Enero 2012)
miércoles, 28 de agosto de 2013
1. Concersaciones estúpidas
–
No puedo quedarme.
–
¿No quieres o no puedes? Porque son dos cosas
distintas. – Estalló dejando los cubiertos a un lado del plato. – Estoy cansada
de que interpongas el trabajo a mi, pensé que seria un tiempo, que estabas preocupado
y que todo volvería a ser igual. Pero me equivoqué. – Hizo una pausa para
mirarlo que estaba mirándola como si no entendiera lo que le decía. – Ahora que
has conseguido el trabajo sigues manteniéndome a un lado. Solo te acercas a mi
cuando me necesitas. YO siempre he estado ahí apoyándote pero… ¿dónde estas tu
cuando te necesito? – Se levantó de la mesa para continuar. – Así que coge tus
cosas y vete porque ahora soy yo la que no quiero que te quedes.
Salió del comedor y subió las escaleras corriendo para
encerrarse en la habitación. Sabia que él subiría tras ella. Y así fue. No se
equivocó.
–
Marie… - Susurró asomando la cabeza por la
puerta.
–
No, te lo he dicho bien claro. Estoy cansada. Un
día me dijiste que no querías hacerme daño y es justo lo que estas haciendo. No
lo aguanto. Supongo que en el fondo lo sabia y me adapté pero no es justo. No
para mi.
Salió de allí, dejándolo por segunda vez solo aquella tarde.
Salió de la casa, necesitaba aire fresco pero esta vez él no la siguió. Ella
tenia la necesidad de que fuera tras ella pero no era lo que quería. Si la
siguiera siempre dependería de él, y era justo lo que no quería.
-
¿En que piensas?
-
En nada. Bueno, en todo. En que no quiero
hacerte daño.
-
Pues no me lo hagas.
(Mayo 2012)
martes, 27 de agosto de 2013
Aquel error.
“Un
amigo fiel es la medicina de la vida.”
Era
la tercera vez que terminaba una cajetilla después de haber dicho que dejaba de
fumar. Y allí estaba, apoyado en la barandilla, vestido de esmoquin y con un
cigarrillo en la mano. En el bolsillo derecho del pantalón el teléfono móvil
vibraba. Pensaba que nadie se daría cuenta de su ausencia pero era el mejor
amigo del novio. Seguramente era este quien lo llamaba. No podía contestar, no
ha él. Si lo veía antes de la boda estaría tentado a contarle la verdad, todo
lo ocurrido. Y no podía hacerle eso, no a su mejor amigo pero ya se lo había
hecho... Le había fallado. Él, que se llenaba la boca diciendo que era un buen
amigo, él que no soportaba la mentira, el engaño. Él que no soportaba ver
sufrir a las personas que más quería, lo había hecho, había fallado como amigo,
como persona.
Y es
que estaba enamorado. Enamorado de la mujer que estaba a las puertas de la
iglesia esperando para dar el si quiero. No podía soportar verla casarse con
otro, no podía y menos sabiendo lo que había ocurrido la noche anterior.
Habían
mantenido su historia en secreto, él se moría por contarlo, la quería y no le
importaba que el resto lo supiera pero ella quería mantenerlo en secreto al
menos por el momento. No sabia porque, pero si ella así lo quería, así seria. No
se lo diría a nadie, y a nadie también incluía a su mejor amigo.
Pasaron
unas semanas hasta que su amigo le presentó a su nueva novia. En ese instante
notó como dejaba de respirar, como su sangre se detenía, no llegaba a su
cerebro. No, no podía ser cierto, no podía ser la misma mujer. La mujer que
amaba estaba en manos de otro, y ese otro era su mejor amigo. Por fin la sangre
irrigó su cerebro y lo comprendió, de ahí mantenerlo en secreto. ¿Se había
estado viendo con los dos? ¿Por qué? ¿Cuándo se habían conocido? ¿Era verdad?
Sus
amigos le contaron sus planes de boda, la maravillosa casa que se comprarían,
los niños que iban a tener… “La mujer de mi vida” le había afirmado su amigo
una vez se quedaron a solas. No lo podía creer, esos mismos planes que había hecho
con ella, los iba a realizar con otro hombre. Ahora serian otras manos las que
la tocaran, la acariciaran, las que recorrieran la piel que perfectamente él ya
conocía… Se estremeció al recordar la
suavidad de su piel. Su olor. Pero su amigo no se percató, seguía hablando de
lo maravillosa que ella era.
Esa
noche su vida cambio. No volvería ser el mismo. A partir de esa noche dejó de
llamarla, de buscarla, de responder sus llamadas. Era una historia de dos, y
claramente el no era uno de ellos.
Era
la noche previa a la boda. A la mañana siguiente todo habría acabado, ¿o empezaría?
Había decidido dejar de fumar pero sin saber porque se encontraba dejando una
cajetilla sobre la mesa del salón. Había caído y no seria en lo único que
caería esa noche. En una mano sostenía un cigarrillo y en la otra la cuarta
copa de whisky de la noche cuando llamaron a la puerta. Al principio pensó en
no abrir. ¿Para qué? No quería hablar con nadie, para ello había desconectado
el teléfono. No quería ver a nadie, no aquella noche, quería estar solo.
Debía
ser importante, no dejaban de tocar a la puerta. Furioso se levantó del sofá
dejó la copa sobre el posavasos de la mesa y apagó el cigarrillo en el cenicero
de metal. Abrió la puerta y allí estaba ella, en la puerta, esperanzada porque
la puerta se abriera, y así fue, pero él no se sorprendió, había aprendido que
todo podía pasar y cuando menos lo esperaba. La tenia antes sus ojos. Sin
pensar la agarró por la cintura pegándola a él y la besó.
Todo
pasó muy rápido, o así lo recordaba. El alcohol había borrado partes pero
prácticamente recordaba todo lo ocurrido la noche anterior. Pero no podía
echarle la culpa al alcohol, no hoy, todo era culpa de él, había fallado a su
amigo. Había cometido uno de los mayores errores de su vida. El que no se
perdonaría jamás.
El
dolor de cabeza aquella mañana era el menor de sus problemas. Se moría por
dentro, había fallado a su gran amigo, y la mujer de su vida estaba a punto de
casarse.
Su
teléfono dejó se vibrar. Las campanas empezaron a revoltear. Estaba todo
perdido. Terminó por comprobar que la cajetilla estaba vacía cuando alguien
vestido de riguroso blanco se colocó a su lado.
- ¿No
deberías estar avanzando hacia el altar? – Dijo sin mirarla con un tono de voz apagado.
-
Quería saber como estabas y no me contestabas el
teléfono. – Bajó la mirada pero se volvió para mirarlo y posar su mano sobre la
suya. - ¿Cómo… como estas?
Miró
su mano y comprendió que todo acaba de comenzar.
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