martes, 31 de diciembre de 2013

13-14

Siempre los mismos sentimientos la misma noche. Fin de año, sumamos un año más a la lista de años vividos, de sueños por cumplir y viejas ilusiones que una vez más quedan guardadas en el cajón de los recuerdos.

Ya sabrás que no soy la típica chica que le encanta la noche de fin de año, que meses antes ya esta preparando un espectacular vestido y ese dia va a la peluqueria esperando brillar más que los fuegos artificiales con los que sueña.

No creo en la suerte de las uvas, ni en la ropa interior roja y mucho menos en las velas verde, dorada y blanca. No miro al año nuevo con esperanzas ni sueños renovados esperando que esta vez si que se cumplan, por que cuando termine tendré que volver a ilusionarme porque el siguiente sea mejor.

No soy de las que hago propósitos, mis ideas son las de siempre y los sueños lucho por coseguirlos desde el principo. Solo quiero vivir. No espero nada para este que empezamos. Aunque decir nada sería mentir, pues solo espero no perder a las personas que dan sentido que me levante cada mañana sea el año que sea.

A pesar de todo, Feliz Año Nuevo.

martes, 19 de noviembre de 2013

Me gusta soñar despierta, me gusta soñar contigo y me gustaría que por un día todos mis sueños se hicieran realidad.

jueves, 14 de noviembre de 2013

Cerrar el pasado.


Hace más de un año pero es como si el tiempo no hubiera pasado. Seguramente apenas has cambiado, el mismo corte de pelo, el mismo abrigo, la misma forma de andar con las manos en los bolsillos, un poco de barba quizás, pero prácticamente nada ha cambiado.

Hace tiempo que te he perdido la pista, hace tiempo que ya no se de tu rutina, ya no se a que dedicas tu tiempo.

Quizás por eso ya deje de preguntarme cosas de ti.

Llegó un momento en el que dejé de preguntarme si te gustaría la nueva canción de ese grupo que tanto escuchábamos. Dejé de preguntarme si sigues utilizando la misma colonia, quizás incluso hasta olvide el olor de la fragancia aunque debo admitir que aun recuerdo tu fragancia natural. Reconozco además que se me para el corazón cuando huelo algo parecido.

He dejado de pensar en tu sonrisa, en la de verdad, la sincera. Esa que te salía conmigo y que a la vez me hacia sonreír a mi.

He dejado de preguntarme que pensarías de mi después de todo, me hubiera gustado saber como contabas nuestra historia, que papel he tenido en tu vida. Si alguna vez te has arrepentido de haberme conocido o en cambio he sido lo mejor de tu vida.

Ojala supiera si te acuerdas de mi en algún momento o ya me has desterrado de tu memoria.

Me di cuenta de que para ti a lo mejor yo también era una extraña, me moría por saber si en realidad te interesaría saber algo de mi. Pensé tantas cosas que habían cambiado en mi vida y tu ya no sabrías.

Gracias a ti hubo un antes y un después en mi vida.  Mi circulo de confianza se ha reducido, pero si es cierto que he aprendido quien son mis amigos, los que están dispuestos siempre a luchar por y junto a mi.

Reconozco que alguna vez me he arrepentido de aquel “te quiero”, pero también creo que necesitabas saberlo.

A lo mejor te interese saber que estoy bien, que cuantas más cosas hago más tiempo tengo y mis días ya no son de veinticuatro horas. Seria divertido que supieras que mis planes se van cumpliendo y que poco a poco alcanzaré mis sueños y encontraré mi lugar.

Es gracioso las veces que he imaginado un encuentro casual, las veces que lo había soñado y las ocasiones en las que ciertas cosas no deberían ocurrir.

Rápidamente llegué a la conclusión de que no quería saber las respuestas a mis preguntas.


Empiezo a saber lo que no quiero para dar paso a lo que si quiero.

Llega el momento en el que das cuenta de que solo quieres dejar pasar ese tren.

miércoles, 30 de octubre de 2013

Infinitas son mis ganas de cerrar los ojos y recorrer miles kilométros en dirección opuesta, dejando atrás recuerdos que no me hacen más que daño.


domingo, 27 de octubre de 2013

Al parecer no te diste cuenta de que nuestros labios encajaban a la perfección. 

miércoles, 16 de octubre de 2013

Se acabó.

Sabía que este día llegaría. Que un día no seria más que un vago recuerdo, pero quizás no esperaba que llegara tan pronto. O simplemente si lo sabía pero no quería reconocerlo.

Ese es mi gran defecto, querer y no querer ver cuando no está. Me cuesta reconocer que por mucho que se intente está todo perdido. Ahora lo sé, y aunque hacer algo ya no está a mi alcance, esta vez no voy a esperar. Porque vivimos gracias a esperar que ocurra algo pero en realidad esa espera es la que nos consume. 



domingo, 13 de octubre de 2013

Todo instante es especial, solo hay que saber poner la música adecuada.


Busca una canción, pero no una canción cualquiera, tu canción. Esa que te haga sentir, con la que llores cuando estés mal, con la que rías cuando estés bien.

Esa canción que te haga pensar en todo y a la vez olvidarte de todo. Cuando la tengas habrás dado un gran paso. Debe ser la canción que te traiga miles de recuerdos, negros, blancos o de todos los colores.

¿Cómo saber cual es? Créeme, cuando la escuches lo sabrás, es esa que un día no dejas de darle al play y luego estás semanas sin reproducir pero que sabes que está ahí, conservando tus recuerdos, para hacerte llorar y lo más importante, para hacerte sonreír.


jueves, 19 de septiembre de 2013

No soportar la idea.

Ese instante en el que después de una semana dura te derrumbas, ese instante en el que necesitas gritar, gritarle al mundo, que sepa que nada esté bien a tu alrededor. Ese instante. 

Saber cual es el problema: Soledad. Quizá sea más fácil echarle la culpa a los demás, quizá sea verdad que te agobian, quizá no soportas la idea de que esa persona ya no está, que ya no es posible, que la echaras de menos pero sobre todo no soportas sentirte sola.


lunes, 9 de septiembre de 2013

Miedo y desesperación.


Aquella mañana me desperté desorientada, 3 horas más tarde de lo habitual. Me levanté y miré el reloj confundida, nunca antes me había pasado. Me duché rápidamente, me vestí y salí de mi habitación. Bajé las escaleras que llevaban al comedor. Caminé hasta llegar a la puerta de la cocina, entré y me extrañé. No había nadie. Salí al comedor esperando encontrar a alguien, de nuevo no había nadie, volví a mi habitación, abrí la puerta pero estaba vacía, ni rastro de mi hermana con la que compartía habitación. Me senté en mi cama con la intención de encontrar alguna excusa pero no la encontraba. Observé que el reloj marcaba la misma hora a la que había despertado. Una sensación extraña me invadió. Rápidamente volví al salón, no había nadie. ¿Dónde se encontraban todos? ¿Por qué el reloj marcaba la misma hora? El miedo iba poco a poco apoderándose de mí.

Salí fuera a gran velocidad pero ralenticé mis pasos hasta quedarme quieta, con el miedo, no me había dado cuenta de que no me podía escucharme, mis pasos no producían ningún ruido. Solo existía el sonido de mi voz, lo demás era un profundo silencio. Miré hacia el cielo, las nubes se movían pero yo no sentía el viento. Observé todo a mí alrededor, todo estaba vacío, era un vacío que daba miedo.

Desesperada corrí por la calle esperando encontrar a alguien, alguna explicación. Cansada volví a casa, seguía sin haber nadie. Desesperada volví a recorrer la estancia, el reloj seguía marcando la misma hora, cansada entre en el baño, allí tampoco había nadie. Me senté en el suelo apoyando la espalda contra la puerta y con la manos me tapé la cara con miedo y desesperación. Estuve un rato sentada, intentado no pensar en lo que estaba ocurriendo cuando de pronto oí un pitido que se oía a lo lejos, un pitido intermitente. Sin pensarlo dos veces me levanté y corrí hacia aquel pitido que cada vez se escuchaba más intenso indicando que cada vez estaba más cerca.

Me desperté sudorosa y apague el despertador, todo había sido un sueño. Tan real, había sido tan real, que solo el mero hecho de recordarlo provocó que me estremeciera de manera involuntaria.









                                                                                      

viernes, 30 de agosto de 2013

2. Conversaciones estúpidas.


-       Hola

-       Hola – Se dio la vuelta sorprendida. – No esperaba verte aquí. – Dijo sincera.

-       Y… ¿qué tal? – Preguntó nervioso.

-       Bien. Genial.

-       ¿Por donde estás sentada?

-    Emm… - Dudó un momento y luego contestó – Allí, donde está el chico de camisa de cuadros – Respondió señalando a un chico que estaba de espaldas a ellos.

-       Yo estoy aquí mismo…. Estoy con…

-       Ya – Dijo tajante antes de que la nombrara.

-       Bueno.. veo que estás con alguien.

-       Creo que es algo que no te interesa.

-       Sara…

-       No, mira, te has acercado y saludado. Has sido amable y educado. No intentes ir más allá.

-       Debo… debería darte… una explicación. – Dijo mirando al suelo.

-     ¿Ahora? ¿Después de un año y medio? Llegas tarde, además de que no tengo nada que escuchar. Pero tu si, me trataste de loca, de histérica y me llamaste vengativa, para luego decirme que aunque yo no lo viera tenia en vosotros dos amigos, verlo no lo he visto pero serlo tampoco lo habéis sido. Pensé que serias más hombre. – Se dio la vuelta pero lo pensó mejor y se volvió de nuevo hacia él. – Y si quieres un consejo de “amiga”, esa barba te hace parecer… mayor.

-       Pensaba que no te importaba la edad.

-   Y no me importaba, hasta que me di cuenta de que tu edad y la de tu cerebro no se corresponden, ya que esta no llega a ser ni la mitad de la mía.



-       Es tu amiga, tienes que decírselo.
-       Pero es que…
-       Al final se va a enterar y se enfadara si no se entera por ti. Tienes que hablar con ella.
-       Ya lo sé.
(Enero 2012)



 

miércoles, 28 de agosto de 2013

1. Concersaciones estúpidas

 
      No puedo quedarme.

      ¿No quieres o no puedes? Porque son dos cosas distintas. – Estalló dejando los cubiertos a un lado del plato. – Estoy cansada de que interpongas el trabajo a mi, pensé que seria un tiempo, que estabas preocupado y que todo volvería a ser igual. Pero me equivoqué. – Hizo una pausa para mirarlo que estaba mirándola como si no entendiera lo que le decía. – Ahora que has conseguido el trabajo sigues manteniéndome a un lado. Solo te acercas a mi cuando me necesitas. YO siempre he estado ahí apoyándote pero… ¿dónde estas tu cuando te necesito? – Se levantó de la mesa para continuar. – Así que coge tus cosas y vete porque ahora soy yo la que no quiero que te quedes.

Salió del comedor y subió las escaleras corriendo para encerrarse en la habitación. Sabia que él subiría tras ella. Y así fue. No se equivocó.

      Marie… - Susurró asomando la cabeza por la puerta.

      No, te lo he dicho bien claro. Estoy cansada. Un día me dijiste que no querías hacerme daño y es justo lo que estas haciendo. No lo aguanto. Supongo que en el fondo lo sabia y me adapté pero no es justo. No para mi.

Salió de allí, dejándolo por segunda vez solo aquella tarde. Salió de la casa, necesitaba aire fresco pero esta vez él no la siguió. Ella tenia la necesidad de que fuera tras ella pero no era lo que quería. Si la siguiera siempre dependería de él, y era justo lo que no quería.



-       ¿En que piensas?
-       En nada. Bueno, en todo. En que no quiero hacerte daño.
-       Pues no me lo hagas.
(Mayo 2012)

martes, 27 de agosto de 2013

Aquel error.


“Un amigo fiel es la medicina de la vida.”

Era la tercera vez que terminaba una cajetilla después de haber dicho que dejaba de fumar. Y allí estaba, apoyado en la barandilla, vestido de esmoquin y con un cigarrillo en la mano. En el bolsillo derecho del pantalón el teléfono móvil vibraba. Pensaba que nadie se daría cuenta de su ausencia pero era el mejor amigo del novio. Seguramente era este quien lo llamaba. No podía contestar, no ha él. Si lo veía antes de la boda estaría tentado a contarle la verdad, todo lo ocurrido. Y no podía hacerle eso, no a su mejor amigo pero ya se lo había hecho... Le había fallado. Él, que se llenaba la boca diciendo que era un buen amigo, él que no soportaba la mentira, el engaño. Él que no soportaba ver sufrir a las personas que más quería, lo había hecho, había fallado como amigo, como persona.

Y es que estaba enamorado. Enamorado de la mujer que estaba a las puertas de la iglesia esperando para dar el si quiero. No podía soportar verla casarse con otro, no podía y menos sabiendo lo que había ocurrido la noche anterior.

Habían mantenido su historia en secreto, él se moría por contarlo, la quería y no le importaba que el resto lo supiera pero ella quería mantenerlo en secreto al menos por el momento. No sabia porque, pero si ella así lo quería, así seria. No se lo diría a nadie, y a nadie también incluía a su mejor amigo.

Pasaron unas semanas hasta que su amigo le presentó a su nueva novia. En ese instante notó como dejaba de respirar, como su sangre se detenía, no llegaba a su cerebro. No, no podía ser cierto, no podía ser la misma mujer. La mujer que amaba estaba en manos de otro, y ese otro era su mejor amigo. Por fin la sangre irrigó su cerebro y lo comprendió, de ahí mantenerlo en secreto. ¿Se había estado viendo con los dos? ¿Por qué? ¿Cuándo se habían conocido? ¿Era verdad?

Sus amigos le contaron sus planes de boda, la maravillosa casa que se comprarían, los niños que iban a tener… “La mujer de mi vida” le había afirmado su amigo una vez se quedaron a solas. No lo podía creer, esos mismos planes que había hecho con ella, los iba a realizar con otro hombre. Ahora serian otras manos las que la tocaran, la acariciaran, las que recorrieran la piel que perfectamente él ya conocía…  Se estremeció al recordar la suavidad de su piel. Su olor. Pero su amigo no se percató, seguía hablando de lo maravillosa que ella era.

Esa noche su vida cambio. No volvería ser el mismo. A partir de esa noche dejó de llamarla, de buscarla, de responder sus llamadas. Era una historia de dos, y claramente el no era uno de ellos.

Era la noche previa a la boda. A la mañana siguiente todo habría acabado, ¿o empezaría? Había decidido dejar de fumar pero sin saber porque se encontraba dejando una cajetilla sobre la mesa del salón. Había caído y no seria en lo único que caería esa noche. En una mano sostenía un cigarrillo y en la otra la cuarta copa de whisky de la noche cuando llamaron a la puerta. Al principio pensó en no abrir. ¿Para qué? No quería hablar con nadie, para ello había desconectado el teléfono. No quería ver a nadie, no aquella noche, quería estar solo.

Debía ser importante, no dejaban de tocar a la puerta. Furioso se levantó del sofá dejó la copa sobre el posavasos de la mesa y apagó el cigarrillo en el cenicero de metal. Abrió la puerta y allí estaba ella, en la puerta, esperanzada porque la puerta se abriera, y así fue, pero él no se sorprendió, había aprendido que todo podía pasar y cuando menos lo esperaba. La tenia antes sus ojos. Sin pensar la agarró por la cintura pegándola a él y la besó.

Todo pasó muy rápido, o así lo recordaba. El alcohol había borrado partes pero prácticamente recordaba todo lo ocurrido la noche anterior. Pero no podía echarle la culpa al alcohol, no hoy, todo era culpa de él, había fallado a su amigo. Había cometido uno de los mayores errores de su vida. El que no se perdonaría jamás.

El dolor de cabeza aquella mañana era el menor de sus problemas. Se moría por dentro, había fallado a su gran amigo, y la mujer de su vida estaba a punto de casarse.

Su teléfono dejó se vibrar. Las campanas empezaron a revoltear. Estaba todo perdido. Terminó por comprobar que la cajetilla estaba vacía cuando alguien vestido de riguroso blanco se colocó a su lado.

-       ¿No deberías estar avanzando hacia el altar? – Dijo sin mirarla con un tono de voz apagado.

-       Quería saber como estabas y no me contestabas el teléfono. – Bajó la mirada pero se volvió para mirarlo y posar su mano sobre la suya. - ¿Cómo… como estas?

Miró su mano y comprendió que todo acaba de comenzar.